La tarde anterior a ingresar en el internado salesiano, mis padres organizaron una excursión al Corte Inglés de Plaza Cataluña, para comprar el equipo que requería nuestra inminente independencia.
El neceser, las toallas, la bata (o guardapolvo), zapatillas de deporte (entonces las llamábamos “las bambas”, creo)… y los albornoces. El dependiente aconsejó unos a rayas azul y grana, que eran los colores del Futbol Club Barcelona, el equipo de la ciudad y por ende el que se suponía adoptaríamos. Ni mi hermano ni yo habíamos sentido aún inquietud por “tener” equipo. No se nos había planteado esta necesidad. No dijimos ni si, ni no, pero no recuerdo sensación de gran emoción por saber que a partir de entonces cada día me cambiaría el calzoncillo parapetado bajo una bata con los colores del “Barsa”.
Efectivamente a los dos días de llegar al cole, ya debíamos elegir club de futbol ¿de qué forma si no, nos repartiríamos en el recreo y cambiaríamos cromos?.
El elegante vendedor del Corte Inglés, no tuvo mucha puntería. Mi hermano se hizo del Real Madrid, no sé porqué, pero el caso es que, sin apasionamiento, sigue ahí, y yo del Atleti de Bilbao, porque quería ser portero (ya asomaba en mi el vicio de la soledad) y el mejor entonces, era el vasco Iribar, que además era el de la selección nacional.
Han pasado más de cuarenta años y mientras los he vivido he tomado numerosas decisiones y partido. Algunas veces eran temas que me interesaban, pero otras, como en el caso del equipo de futbol, no, en absoluto. Aún hoy cuando tengo que plantearme que equipo quiero que gane, pienso solo en que sea aquel a que más buena gente haga feliz.
Pasado mañana no habrá un no referéndum en Cataluña y tengo que volver a decidir que quiero, y debo hacerlo ahora, antes de que el señor del Corte Inglés lo haga por mi. Algo no habré hecho bien pero, en mi agenda, el día primero de octubre lo que está anotado es que se disputa la Final de la Liga de Copa de Naciones en el Real Club de Polo. No dice nada de una votación.
Quiero pensar que hay mucha más gente que tiene prioridad por otras cosas. Personas a las que sin ánimo de ofender llamaría “normales”. Que abren los periódicos por las páginas de deportes, economía o cultura. Que esta noche verán el estreno de la última película de Robert Redford con ganas de emocionarse. Que hace días esperan llueva para que termine la sequía.
Que, en definitiva, lo que les preocupa es ser lo más felices posible dejando que los demás también lo sean.
Fdo: Maurice